sábado, 3 de octubre de 2020

UNA NUEVA CULTURA POLÍTICA PARA AMÉRICA LATINA Carlos tunnermann Bernheim.

 


INTRODUCCIÓN

La cultura política, como concepto historiográfico, encajó fácilmente con las inquietudes de la investigación histórica en América Latina en las últimas décadas. El retorno a los sistemas democráticos en muchos países que estaban bajo el yugo de dictaduras, los nuevos aires de la movilización social y la acentuación de la conflictividad política en la región, todo ello en el marco de los embates del neoliberalismo, contribuyeron a forjar la perspectiva con la cual los historiadores observaron el pasado y a definir en qué aspectos de la realidad histórica se enfocarían.

El presente documento analiza sucintamente la nueva política para América Latina, que considerara los desafíos del mundo contemporáneo, el fenómeno de la globalización, la cultura de la corrupción, análisis de la ética y la política y por último la necesidad de una respuesta ética a los desafíos contemporáneos.

DESARROLLO

Los desafíos del mundo contemporáneo

Según el grupo de  eminentes intelectuales encargados por la UNESCO, presididos por el pensador francés Jerome Bindé advierten que las principales tendencias en el mundo actual y que pueden transformarse en verdaderos desafíos para la humanidad en el siglo XXI, siendo estos: el rápido desarrollo de la tercera revolución industrial, el continuo progreso de la globalización y sus crecientes efectos, la pobreza, inequidad y exclusión, la emergencia de nuevas amenazas a la paz, la seguridad y los derechos humanos, los problemas provenientes del crecimiento excesivo de la población mundial, la rápida degradación del medio ambiente, la emergencia de la “sociedad de la información” es otra de las tendencias identificadas, cambios en los sistemas democráticos y en el sistema mundial de las Naciones Unidas, la relevancia mundial del rolo de la mujer, el siglo XXI debería ser el siglo del pluralismo cultural, de la diversidad y la creatividad y finalmente, la sociedad emergente del conocimiento asigna a la ciencia y a la tecnología.

Una nueva cultura política para América Latina implica estar consciente de todos estos problemas y desafíos.

El fenómeno de la globalización.

No cabe duda que el complejo proceso de “globalización” o “mundialización”, en sus diferentes manifestaciones y en su carácter multifacético  - que no se debe simplemente al resultado de la expansión acelerada de las actividades económicas, comunicacionales y tecnológicas, sino también a las interconexiones e interrelaciones políticas, sociales y culturales que se dan dentro y entre Estados-naciones, y entre actores y fuerzas internacionales y transnacionales tiene un impacto significativo sobre la teoría y la práctica de la democracia de los países desarrollados y subdesarrollados. (Romero, 1998, p 2) (Flores, 2016, p 1)

Sin embargo, el proceso de globalización no está generando un incremento uniforme de progreso y desarrollo en todas las regiones del mundo. La dolarización económica, a nivel planetario, se incrementa constantemente, siendo América Latina, según el Banco Mundial, la región que presenta “la más extrema polarización distributiva en el mundo”. Frente a los procesos de globalización y de conformación de los grandes bloques económicos, los Estados necesitan nuevos enfoques y políticas lucidas para fortalecer su capacidad de negociación y mejorar su inserción en la economía internacional, teniendo presente que la globalización está dominada por la “intensidad del conocimiento” y la competitividad internacional. Sin embargo, la globalización es inescapable e irreversible”. (Tunnermann, 2005, p. 2-3)

Un nuevo concepto de gobernabilidad: la gobernabilidad democrática y la modernización del Estado

El reto que nuestros países enfrentan, de cara al siglo XXI, es fortalecer las instituciones democráticas como soporte indispensable para su ingreso en la modernidad. Nuestra historia reciente registra la paradoja de un avance en el camino democrático y un estancamiento, cuando no un franco retroceso, en la economía y en los niveles de vida de las grandes mayorías de la población. Esta situación lleva a Francisco Weffort a preguntarse: "¿Está la democracia en América Latina condenada a tener como compañera no a la modernidad sino a la decadencia?". Si en la sociedad se arraiga el sentimiento de que en ella prevalece una gran desigualdad social, es difícil que se genere la estabilidad que el desarrollo humano sustentable requiere. Tiene que existir una cierta “sensación de equidad social”, señalan los analistas, para que la gobernabilidad no esté sometida al riesgo constante de la polarización y el estallido social”. (Tunnermann, 2005, p. 5).

La pérdida de valores y aspiraciones generales de la sociedad, de lo que debería ser el verdadero debate ideológico, puede llevar al triunfo del fin que justifica todos los medios, a la corrupción o al alejamiento de la vida política por parte de la población que siente que ella no tiene nada que ver con sus vidas y problemas. Mantener la preocupación que hoy existe en la gente por lo político y evitar que ella desparezca, exige reformular la actividad política y devolverle a esta su dimensión ética.

La cultura de corrupción.

La corrupción ha sido un problema habitual en las democracias, de tal suerte que impacta de diversas maneras la legitimidad de los sistemas políticos democráticos. Se considera a la corrupción como un problema circunscrito al Estado y que tiene sus bases en los sistemas de incentivo a los cohechos y al soborno, relacionada al problema del desarrollo, la literatura internacional ha dado mucha atención a los impactos de la corrupción en el crecimiento económico y en la calidad de la inversión pública. Sin embargo, no presta atención a los impactos de la corrupción en la democracia ni tampoco tiene en cuenta los elementos semánticos que están presentes en la dimensión de la cultura política. En el caso de América Latina, la agenda de investigaciones sobre la corrupción la inserta en el problema de la reforma del Estado, de acuerdo con la cuestión de la liberalización económica.

La corrupción es un flagelo que afecta, en diferentes grados, a todas las sociedades. Hoy día puede decirse que forma parte de tan mentado fenómeno de la globalización. Hay formas de corrupción, como el narcotráfico y otras, que por su misma naturaleza tienen una proyección internacional. Además, se asegura que se remonta en el pasado tan lejos como puede llegar la mirada del historiador.”  (Tunnermann, 2005, p.8)

Ética y política.

La relación entre ética y política en la democracia moderna no deja de ser tensa y peligrosa, ya que esta última introduce un fuerte relativismo moral que, si bien permite la coexistencia en un plano de igualdad de las distintas concepciones propias de toda sociedad compleja, no puede ser sostenido en el campo de la política. Es aquí cuando el poder, al penetrar la dimensión ética, introduce en ella la más grande distorsión, ya que el discurso de la ética se convierte en una mera forma de justificación del poder. Esto es lo que hace que la constante tensión entre ética y política nunca tenga un modo único o, incluso, satisfactorio de resolución. Sólo la implementación de una lógica argumentativa que parta del reconocimiento de la precariedad y ambivalencia que se entabla en la relación entre ética y política puede servir de resguardo ante aquellas distorsiones que, en nombre de la primera, planteen el riesgo de cercenar desde el poder del estado los espacios de libertad. (Yannuzzi, 2005, p 4)

 En América Latina y el Caribe se hace necesario promover una nueva cultura política basada en la interdependencia entre lo ético y lo político, entendiendo a la ética no solo como un conjunto de principios y valores sino como un elemento dinámico, movilizador del comportamiento político de nuestros pueblos.” (Tunnermann, 2005, p.9)

Necesidad de una respuesta ética a los desafíos contemporáneos.

La democracia introduce un fuerte relativismo moral, relativismo que, si bien permite la coexistencia en un plano de igualdad de las distintas concepciones que circulan en toda sociedad compleja, no puede ser sostenido en la dimensión política. Las condiciones propias de la política en la Modernidad hacen necesaria la objetivación de algún criterio que permita establecer la sociedad. Y esto se hace más urgente aún en el contexto de una democracia, ya que la pluralidad de puntos de vista puestos en paridad de condiciones entre sí, en principio plausible como reconocimiento de la diversidad, dificultan aún más la constitución del espacio común. Es aquí donde las distintas concepciones de bien se politizan, ya que la posibilidad de poder generalizarse radica en la capacidad de cada grupo de posicionarse mejor en relación al poder del estado. De esta forma la lógica de poder penetra la dimensión ética distorsionándola. (Yannuzzi, 2005, p 4)

El siglo XXI sea el siglo de la ética, que domine y reemplace al siglo de la técnica. Para que esto suceda, es preciso construir una modernidad ética, que mantenga los valores del humanismo y de la igualdad de derechos entre todos y cada uno de los hombres, subordinando el poder técnico a los valores de la ética.” (Tunnermann, 2005, p.11)

CONCLUSIÓN

Recuperar una ética pública significa atribuirle necesariamente algún contenido específico que se establece sólo a partir de cómo se den las relaciones de fuerza en una sociedad particular. Esto hace que las relaciones entre ética y política, en el contexto de las sociedades contemporáneas, se mantengan en una constante tensión que no tiene un modo único de resolución. En términos generales y abusando de la simplificación, podemos decir que se puede apelar a la simple imposición utilizando la violencia para someter a las minorías a valores no compartidos, o se puede pensar en una forma de racionalización del conflicto que permita arribar a la definición de valores consensuados en la sociedad. 

BIBLIOGRAFÍA

Tunnermann (2005). Una nueva Cultura Política para América Latina. UPOLI, Universidad Politécnica de Nicaragua. Recuperado el 29 de septiembre 2020, http://biblioteca.clacso.edu.ar/Nicaragua/cielac-upoli/20120806021649/tun, ner5.pdf

Romero (1998). El impacto de la Globalización en la Cultura Democrática Venezolana. Universidad Central de Venezuela. Recuperado el 02 de octubre de 2020, http://www.biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/lasa98/Romero.pdf

Flores (2016), La Globalización como fenómeno político, económico y social, ORBIS Revista Cientifica Ciencias Humanas, Fundación Miguel Unamuno y Jugo, Maracaibo, Venezuela, . Recuperado el 02 de octubre de 2020, https://www.redalyc.org/pdf/709/70946593002.pdf

Yannuzzi, María de los Ángeles. (2005). Ética y política en la sociedad democrática. CONfines de relaciones internacionales y ciencia política, 1(1), 67-84. Recuperado en 03 de octubre de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692005000100004&lng=es&tlng=es.

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